jueves, 22 de noviembre de 2007

DEMASIADO BUENO


Hay veces que uno se pregunta el porqué de tantas desgracias y catástrofes; el porqué de tanta impiedad de parte de los dioses que pueblan el cielo; porqué poner fin a las cosas sobresalientes que surgen en la vida si a cuanta yerba mala se la deja seguir y seguir sin ponerle tope nunca...


Sí, así es el destino, así es la planificación de este universo que nos sobrepasa en nuestro entendimiento y se manifiesta en las formas más obvias y tan expuestas; pero cuidado porque eso que hace manifiesto corresponde a una verdad enteramente incomprensible en la por ahora nuestra mente tan infantil, mente que hace no podamos apreciar claramante esas manifestaciones obvias porque tiembla al solo pretender suponer.


No nos queda otra más que suponer. Fuera de esa suposición está la realidad, y la realidad nos golpea porque vivimos en un mundo de sombras producto de la ignorancia. Realmente somos unos perfectos ignorantes que nada sabemos; el universo nos queda muy grande, de ahí lo infantil: recién estamos en nuestros albores de la existencia. Y seguramente, sin querer o pretender tirar de taquito pesimismo, cuando alcancemos la madurez, si Dios nos permite hacerlo, habremos tocado el fin, porque para qué hacerlo demasiado perfecto si la gracia está en la imperfección. La vida de nosotros los desgraciados habitantes de este planeta se trasluce en algo jugoso cuando el sufrimiento y la imperfección viene acompañándonos. Un mundo perfecto sería aburrido. Un mundo menos imperfecto sería tal vez algo que no corresponda a nuestro tiempo y que no tenemos la gracia o el permiso de gozar, según la planificación que se tiene dispuesta y que de tiempos remotos han mencionado como el Hado al que los mismos dioses no pueden escapar!


Ese mundo menos imperfecto avanza con pié de plomo y correponde a las distintas zonas de los distintos lugares del mundo.


Claudio Soto era algo demasiado bueno que estaba sucediendo en Catamarca, su labor desencajaba con el espíritu de retrotraimiento del pueblo y tal vez no era hora que suceda algo tan bueno, tan menos imperfecto que al fin resulta del futuro.


El Hado es implacable y no se hace atrás, avanza resuelto y lo hace. Nuestra labor y participación en el mundo está limitada y no es posible hacerla más allá de lo que se nos está permitido. Así volvemos a lo que nos dijo José de San Martín (por algo será):


"Serás lo que debas ser o no serás nada"

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