miércoles, 21 de noviembre de 2007

EL LOCO ESPECHE V

Sequimos con El Loco Espeche y presentamos "la mitica libreta", a la que todos que lo conocieron cuando Espeche trabajaba de inspector municipal, siempre se tuvo la expectativa de saber qué había allí, que escribía



V. LA MÍTICA LIBRETA

Para Espeche anotar las matrículas en la libreta era el momento de mayor solemnidad y de grandeza en el desempeño de un agente de tránsito. Era todo un rito al que le prestaba todo el tiempo y pulcritud necesarios; si bien no perdía la velocidad y diligencia, en el momento de usar la libreta, en silencio y con todo el aparato protocolar posible de un agente municipal, se paraba atrás o delante del vehículo y apuntaba a la distancia la patente respectiva trayendo la libreta muy cerca de sus ojos como si le costara ver de cerca. Concluído aquél acto sublime e inaplazable volvía a la rapidez y vértigo de antes y a esa impaciencia característica.

Esa libreta se ha transformado en algo mítico; la mayor curiosidad de todos era saber y ver en esos momentos qué era lo que anotaba ya que circulaba el rumor de que Espeche no sabía escribir.

Hay quienes afirman que El Loco Espeche hacía garabatos o trazos ininteligibles, y quienes dicen que en esa libreta, o libretas más bien, están anotadas las patentes de todos los vehículos a los que libró infracción.

Era todo un espectáculo verlo trabajar. Por ejemplo, aquél caso muy recordado cuando una turista recién llegada se estacionó con su auto en un lugar prohibido; Espeche cayó sin demora y la intimó a irse:

— ¡Señora, aquí no se puede estacionar!!
— Disculpe, agente, un segundito por favor….
Como la mujer se demoraba disculpándose con una serie de excusas, algo intolerable para nuestro agente, Espeche comenzó a gritarle y a insultarla ordenándole que sacara inmediatamente el auto de ahí. Por supuesto, la mujer abrió grandemente los ojos sorprendida por el trato recibido –al ser turista no sabía de Espeche-, y la gente, a sabiendas de lo que sucedía, ya se habían agolpado a la vuelta para ver todo detalle, pues Espeche no se echaba atrás con nadie y cumplía su labor a rajatabla sea quien sea al que se enfrentara y esto es lo que asombra a la gente.

La pobre mujer, luego de recibir una ráfaga de insultos y gritos no tuvo más remedio que retirarse y cumplir lo que nuestro agente le exigía.

Muchos se preguntarán qué es lo que había de interesante o gratificante al ver, en aquellos momentos, su accionar tan desprovisto de buenas maneras. La respuesta viene por ese lado; el Loco Espeche se salía de los esquemas monótonos de convivencia (estos esquemas –no confundir con las leyes- son muchas veces falsos y con tintes de hipocresía); su trato era franco y directo, estricto y desempeño intachables.

En esa época en que los de la década del ´70 éramos niños, cuando salíamos de la escuela, o cuando andábamos por el centro, no podíamos dejar de prestarle atención e incluso lo seguíamos porque lo admirábamos. Muchos habían, chicos o grandes, que se burlaban de él, pero esta risa burlona o esa mofa que soltaban era generada por la admiración y la envidia. Sí: envidia, porque Espeche actuaba con total libertad y franqueza, valores de los que son muy pocos los poseedores. Entonces Espeche se fijaba inconscientemente en nuestras dúctiles mentes como un arquetipo, un ideal, tal vez muy difícil de llegar a alcanzar o superar; un arquetipo el cual ha fundido en una sola cosa la pasión, el compromiso, el deber, junto a la decencia y honestidad como principios generatrices, los que en total forman un concepto, un desempeño diario. Ese arquetipo que nos causaba tanta admiración estaba ahí presente y desprovisto de arrogancia alguna, tal vez sin proponérselo, nos enseñaba con el ejemplo.

Conforme iba pasando el tiempo, Espeche se transformó en un símbolo, como parte integrante de la arquitectura social urbana de Catamarca, un eslabón infaltable de esa cadena social que se entreteje en una ciudad.

Si un pintor o fotógrafo en aquellas épocas hubiera querido plasmar en el lienzo o en el papel el espíritu de la ciudad de Catamarca, no podría haberlo ignorado y necesariamente tendría que estar Espeche en ese cuadro porque si no fuera así, ese cuadro, esa toma, sería mas bien algo incompleto.

Así es cómo se hizo famoso y llegó a ser conocido por todos ya sean chicos o grandes; como su presencia no pasaba desapercibida y su fama se extendía por todos los rincones, su accionar, su desempeño como agente de tránsito, generaba simpatías por un lado y rencores por otro. Los rencores fueron acumulándose indefectiblemente…

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