La siguiente carta al director, sobre Claudio Soto, fue publicada en el diario El Ancasti el día lunes 17 de diciembre del 2007; demás está decir que consideramos esto que mencionamos como algo muy importante y trascendente:
Difícil, imposible más bien, es poder traslucir en palabras o números los beneficios que redundan las artes a favor de la sociedad y de las personas en sí.
No podríamos dejar de llenar libros enteros u hojas de cálculo si pretendiésemos enumerar tales beneficios que genera el arte, ya sea en forma directa o indirecta, hacia el ser, esencia o parte más íntima de la persona, y hacia el núcleo social por extensión.
Estos datos pretendidos son inmanejables debido a su complejidad y magnitud, pero eso sí: son ciertos.
La música, el teatro, la danza, la plástica, el cálculo, la oratoria, la literatura, la aplicación de los oficios, etcétera, entre tantas más, son las diversas ramas que se divide o esparce el arte y desciende como fina lluvia o rocío revitalizador y fecundo en el corazón y mente de las personas.
El arte es una necesidad imperiosa y cada quien tiene derecho urgente e irreemplazable hacia ella.
En la antigüedad, por ejemplo, los griegos tan convencidos estaban de ello que decían que las artes provienen como obsequio de los dioses para aliciente de la penosa y dura vida del hombre.
Hoy en día, en nuestra Catamarca, el arte supera y expande con creces sus resultados a pesar de las dificultades que se tiene, tanto materiales como económicas, para llevarla a cabo.
Cuando una obra artística, sea cual fuere, llega a una persona y la gratifica, eso gratificante queda impregnado para siempre en su mente y corazón donde luego, con el tiempo, habrá de germinar en su beneficio y en el de todos; llegando incluso, en muchos casos, a cambiar el desenvolvimiento de la vida en forma totalmente positiva ya que se abre un nuevo horizonte.
El teatro es una rama indispensable del arte y poderosa su contribución en la vida del catamarqueño, rebosando en beneficios incalculables, como bien dijimos al iniciar esta carta.
Claudio Soto bien sabía esto, y lo comprendía con todo detalle, estoy seguro de ello.
Su desempeño profesional como actor y director de teatro dejan huella imborrable sentando un precedente histórico admirables.
Su gran calidad y criterio de ejecución, que llevó a cabo en cada una de sus puestas en escena, queda indeleble en las mentes tanto de los espectadores como alumnos, colegas y compañeros de trabajo.
Quien haya tenido oportunidad de presenciar alguno de aquellos montajes, realizados con mucha responsabilidad, dedicación y sacrificio bajo su dirección, habrá entonces observado la riqueza y variedad de sus vestuarios; la calidad de interpretación dramática, aún en las comedias –como ocurrió en Tartufo-; en la sabia y cuidada elección de las obras presentadas.
Todo eso no es producto de la casualidad.
Muchos le habrán preguntado:
- ¿Cómo? Ese vestuario tan impactante, lo habrás alquilado, seguramente, porque aquí en Catamarca no se consigue algo parecido, ni creo que lo vendan en ninguna otra provincia...
Claudio, con toda simplicidad, les habrá respondido:
- No, no los alquilamos en ningún lado. Son hechos a medida por Soledad Nieva, mi cuñada, quien los confecciona magistralmente...
- ¡Bravo!... pero, y esas pelucas que usaron, y que por cierto no eran pocas...
- También las hicimos, no hay dónde comprarlas, y si hubiera serían carísimas.
Ante estas respuestas uno quedaba asombrado totalmente y no había más que pellizcarse para ver si no era un sueño. Luego, igualmente en la parte gráfica, recurrían sin falta al lente y diseño de Ramiro Argañaraz para elaborar con criterio bien definido la cartelería, folletos, etc., prestando, Claudio, gran importancia, como si fuera una carta de presentación, al resultado gráfico.
Todo detalle visible o no visible era elaborado profesionalmente sabiendo él, junto a su grupo de trabajo, muy bien lo que querían; clara muestra de respeto y gran consideración hacia el público y hacia su labor.
Hoy, el dolor en su familia y amigos es excesivo.
Ante tanto sufrimiento que ocasiona la pérdida de un ser querido nos cuesta creer que haya personas que se aprovechen económicamente, como es el caso de algunos médicos en Sanidad Policial, quienes para firmar un certificado requerido por la empresa de seguros –trámite molesto e insalvable-, piden cincuenta pesos por firma a la familia solicitante (muchas veces debido al apuro y disgustos de esos momentos y creyendo en la buena fe, estas familias tuvieron que pagar indefectiblemente), siendo que el firmar estos papeles es parte de su trabajo, pagado por supuesto por el Estado. Esta práctica detestable en Sanidad Policial es de vieja data, lamentablemente...
Y así, como el dolor grandísimo que nos queda por su tan repentina partida, Claudio deja tras de sí un patrimonio cultural incalculable de amplia trascendencia. Con la ausencia de Claudio Soto, el teatro y el haber cultural en Catamarca sufren una pérdida terrible, pérdida que viene a hacerse presente en el inicio de tan ejemplar carrera y que, a pesar de ello, hubo de proyectar a nivel nacional e internacional a Catamarca.
De pronto, el legado que nos deja con sus jóvenes años, está más allá de lo pensado.
Los beneficios y frutos de su arte tarde o temprano habrán de nacer y cosecharse en su real magnitud.
Eduardo Javier Argañaraz
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