jueves, 28 de noviembre de 2013

Lo oculto nunca ocultado

El porvenir prometía otra cosa. Uno se guiaba de supuestos. Mundos paralelos. Mentes disociadas de la realidad. Se busca que las cosas sean de determinada manera, se busca impulsar ese porvenir malediciente, buscar esa promesa que no existe ni ha existido nunca. La realidad de las cosas, mero encierro de lo potencial. Busco la salida y no la encuentro, busco el camino y no hay nada trazado. Una lanza busca el corazón para atravesarlo y la pena sea mayúscula; la pica sigue su curso cuando la espada cercena de lado a lado aquél hombro que blande la nuestra. No hay defensa, no hay atajo, el escudo yace sin sostén; las grebas sueltas no impiden el golpe; el casco rueda después del mazazo; el coto de malla parecía más resistente mas se asemeja a un fino hilado que hace juego  de luces en la estampa cuando aún las prendas pendían del cuerpo, cada una en su lugar. El dolor se ha confundido con el llanto, la desesperación; la visión se ha nublado con la sangre que invade los ojos al caer en la tierra. Parece todo perdido, la muerte inminente, la gracia que busca allegarse ante nuestra expiración.
No hay salida, nunca la hubo, el destino es ésto, es recorrerlo mientras exista movimiento, mientras exista aire que nos invada ante nuestra insistencia, ante nuestra exigencia. Esa luz que nos envuelve con aire fresco , esa luz que tanto se anhela, ese porvenir tan buscado y no encontrado nos abraza y nos susurra al oído, nos ama, nos cura; arma los pedazos diseminados, sueltos; restituye el efecto, el fuego que se venía extinguiendo. La vida nos transforma y nos quita. La vida nos reconoce y nos mira y abraza dándonos un apoyo. Esa luz de la nada genera su existencia y de la nada surgió sin ser anticipada. De pronto es la vida o es la muerte. De pronto es nuestro corazón que busca ese aire que nos alimente, que busca lo único que conocemos: la vida...

E. J. Argañaraz

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