domingo, 13 de diciembre de 2009

La pasión por los autos de época

El domingo 29 de noviembre del 2009, publicaron en El Ancasti una carta al Director que escribí para mantener vivo el recuerdo, en el exterior, de mi abuelo como tan fresco lo llevo en mi memoria

Siempre acostumbro publicar en este blog la carta completa indicando con rojo los párrafos que no hayan sido publicados en el diario; pero esta la publico tal cual salió en el diario porque me parece que quedó mejor con los recortes que se le hizo. Si bien es bastante larga quedó así más compactada y enfocada en el relato de la travesía de Don Alberto Gerhardt.


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Señor Director:

El 31 de octubre y 1º de noviembre pasados se realizó con total éxito el IV Rally Provincial y el XI Rally Interprovincial de Regularidad organizados por el Club Autos de Época Catamarca por rutas del Valle Central en Capital y localidades de Valle Viejo, Ambato y Fray Mamerto Esquiú.

El calor intenso de más de 45º C del sábado puso a prueba la refrigeración de los motores de los autos más antiguos, y quizás, con tanto calor ardiente, fue la causa de rotura del alternador de uno de los clásicos del ´80

Luego, el domingo, la única novedad fue el abandono de un Ford A …porque se quedó sin nafta! Tanta es la preocupación de que la máquina ande como un reloj que a fin de cuentas nos olvidamos de echar nafta al tanque; y, como todos sabemos, un auto sin combustible: ¡no funciona!

Sencillamente, lo vivido ese fin de semana fue grandioso y como participante del evento y miembro del club Autos de Época Catamarca quiero felicitar y agradecer a los organizadores de las Regularidades y Pruebas Especiales que se realizaron este año y que demandan mucho esfuerzo y dedicación concretarlas; en especial a Raúl Augier, presidente del club, quien es un ejemplo de pasión por los fierros antiguos y clásicos y que silenciosamente organizó este último evento reuniendo además a los clubes de Tucumán, La Rioja y Buenos Aires en nuestra provincia

Personalmente quiero agradecer a las intendencias de La Puerta y Piedra Blanca por tan grato recibimiento, a Catamarca Assisten por el servicio de auxilio prestado y al Dr. “Cacho” Gandini por el bidoncito salvador del que he quedado en deuda

Este 2009 es un año de especial significancia para el club ya que se cumplen 10 años de su creación. Si uno mira hacia atrás no parece que hubiese transcurrido tanto tiempo. Dentro del club hay varios Ford A de los años 1928, 1929 y 1930 funcionando en perfectas condiciones (por supuesto, ¡habiéndoles echado previamente nafta!)

Estos autos (sin contar el más viejo del club: el Ford T de Guillo Vergara) están cumpliendo 80 años. Sí señor, 80 años de funcionamiento sobre ruedas y 10 años en la existencia dentro del club Autos de Época Catamarca: viéndolo así vemos que esos diez años son muchos y de gran importancia

El Ford A es el automóvil por excelencia, es el mejor logrado en la historia y supera en ventajas a cualquier otro, sea cual sea, que se le quiera poner a la par. El Ford A tiene en sí la razón de ser del automóvil: permite movilizarnos y trasladarnos por cualquier camino o ruta: sus ruedas angostas y altas permiten transitar a campo traviesa, por el barro, ripio, hielo, etc., sin ningún impedimento bajo cualquier exigencia de carga o climática gracias a su poderoso motor (tan sencillo y efectivo) capaz de someterse a las peores condiciones

La prueba de ello son sus 80 años de servicio, los que cumple con la frescura de sus primeros kilómetros de rodamiento. Es simple: un Ford A es algo así como un tractor, no importa cuántos kilos de carga lleve encima, podrá subir con ellos cualquier cuesta, cualquier pendiente sin tropiezo alguno


Mi abuelo, don Alberto Gerhardt, además de amar entrañablemente al Ford A, lo conocía minuciosamente y sabía cómo obtener, y en qué magnitud, la mayor prestación de este pura sangre; sus grandes conocimientos de mecánica, su excepcional muñeca como piloto de carreras ejemplar le habían permitido escudriñar y ahondar, llegando incluso hasta los resquicios inobservados, aquellos lugares inaccesibles y desconocidos, del alma de un Ford A

Tal es así que hacia fines de los años ´50, sin dudar un instante, de un día para el otro, decide hacer un viaje a Buenos Aires en su Ford A modelo ´30. Valga la aclaración que viajar en esos años 1.200 Km. con rutas de tierra en el trayecto de Catamarca-Córdoba y Córdoba-Buenos Aires con rutas asfaltadas de dos carriles, era todo un trámite, toda una odisea; el objetivo era estar presentes en el casamiento de uno de los Dottermann en Villa Ballester y contaban para ello menos de 24 horas…


Esta visita sería sorpresa porque no había teléfono dónde comunicarse, y el correo (por supuesto, papel y lápiz) demoraría varios días. Don Alberto dispone salir bien temprano a la mañana; mi abuela Dora lo acompaña haciendo de copiloto ya que se turnarían para manejar, única forma de llegar a tiempo

Como su Ford A no cuenta con baúl (ese modelo no lo tiene, mientras que hay algunos que sí con la rueda de auxilio colocada sobre uno de los guardabarros delanteros; de ahí viene el nombre de “baúl” porque en las décadas de los ´20 a ´30 al equipaje lo cargaban en un baúl, sea de chapa o de madera, donde la tapa se cerraba con candado), tiene que llevar todo el equipaje en el asiento trasero por lo que se ve obligado a sortear las dos plazas restantes disponibles entre sus cinco hijos

Tras el sorteo resultan con los números más altos el “Chango” Gerhardt y mi madre Inés Lucía quienes deben ir acomodados en los costados mientras que el equipaje forzosamente en medio

La travesía

El viaje se inicia bien temprano partiendo desde su casa en Villa Parque Chacabuco. En la primera caminera el agente le hace la pregunta de rigor:

— ¿Hacia dónde se dirige?
— A Chumbicha –responde, don Alberto.
— Muy bien, adelante…

Continuando viaje hijos y esposa le preguntan lo de “Chumbicha” siendo que van a Buenos Aires

— Si digo “Buenos Aires” nadie me va a creer, y se van a reir… –justifica, don Alberto

En esos momentos los puestos camineros eran numerosos y se hacía detener a todo el mundo para luego permitir continuar camino. Don Alberto preveía que los agentes no tomaran en serio lo de su viaje a Buenos Aires con su Ford y se le rieran en la cara, cosa que le irritaría demasiado

El año ´57 era la época de los Chevrolet Bel Air, la época de esos grandes autos de líneas aerodinámicas, de diseño espacial, futuristas, con sus poderosos y tragones motores V8; eran autos que marcaban un antes y un después en el diseño y ver de pronto un Ford A era ver algo “demasiado viejo” aunque en ese momento apenas contaran con 27 años; el catamarqueño tiene el defecto de la liviandad de reírse de las cosas que le parecen “viejas”, obsoletas, o anacrónicas y eso es lo que quería evitar a toda costa más allá de que le creyesen o no


Al llegar a San Martín se dan con que había unos 30 autos aproximadamente detenidos en fila. Una fuerte lluvia del día anterior había inundado la zona misma del empalme a Recreo. Deteniéndose a la vera, de ese verdadero lago de 1,5 Km. sobre la ruta, observan que hay otra fila de autos en el costado opuesto. Toda esa gente espera, nadie se atreve a pasar por ese mar de barro, antes que de agua; quedarse varado en medio de ese lodazal no le causaba risa a nadie.


Don Alberto echa el ojo a la situación y con su visión experta determina sin dudarlo:

— Voy a pasar

Ante la mirada atónita de la gente enfila con su Ford hacia el lago de barro. Todos quedan mudos, hay silencio total, sólo se escucha el subir y bajar de los pistones del Ford que, con familia a cuesta, ya va coleándose en el lodo; el gentío, de cada costado, se paran sobre los estribos de sus autos para ver lo increíble

Don Alberto sabe que no debe detener la marcha ni por un instante porque eso significaría quedar estancado en medio del barro sin posibilidad de ser rescatados en muchas horas

En el interior del Ford van todos mudos para no romper la concentración del piloto, aunque, a decir verdad, ninguno de ellos se hubiese atrevido siquiera a manifestar expresión alguna

Su oído experto sabe cómo llevar el acelerador según la tracción que varía a cada instante, además el Ford A cuenta con un motor de bajas revoluciones por lo que una vez puesta la 3ª no hay que hacer rebajes, don Alberto con su concentración profesional y movimientos precisos sabe que no deben arar las ruedas porque si se pierde tracción una de ellas cavaría una zanja (debido al sistema del diferencial que no tiene autoblocante) y el auto quedaría atascado; pero don Alberto era un experto del volante y la familia de a bordo lo sabía muy bien


Del otro costado lo ven venir, el auto no deja de colearse y una vez que el Ford pisa suelo compacto la gente, lado a lado, puede ya respirar y pega el grito de alegría avalanzándose a felicitar al valiente piloto. En eso se observa, ante el entusiasmo que despierta semejante hazaña, que ya hay algunos del otro costado que se han largado a seguir la huella dejada por el Ford: el espíritu del hombre es así, no hay nada que lo entusiasme más que el ejemplo mismo y no meras palabras insustanciales


No tenemos información de lo que habrá sucedido con aquéllos que se largaron a cruzar el lago de barro. Don Alberto y familia, ante la premura de llegar a destino continúan viaje por esas rutas de tierra con acelerador a fondo (un Ford A 0 Km. llegaba a 110 Km/hora), con el mismo criterio de responder en los puestos camineros que se dirigen hacia el pueblo inmediato siguiente. Así en Casa de Piedra responde: “hacia Deán Funes”; en Deán Funes: “hacia Córdoba”…


En Córdoba aparece nuevamente el asfalto y se hace la única parada (salvo una rueda pinchada) de todo el viaje, unas dos horas, en la casa de un pariente para descansar y estirar las piernas


Las rutas de Córdoba a Rosario eran totalmente asfaltadas y de dos carriles (como las que hoy tenemos entre La Rioja-Catamarca). Cierta vez cuando le tocaba conducir a Dora le dijo a don Alberto:

— Alberto, me dan miedo esos camiones que vienen de frente…

Don Alberto, que ya se había acomodado para pegarle un poco al ojo, le responde:

— Vos acelerá y mirá hacia delante…

Al llegar a Rosario, en el puesto caminero, el agente hace la pregunta de rigor:

— ¿Hacia dónde se dirige?
— Hacia Buenos Aires, responde don Alberto a quien ya le queda chica la camisa

El guardia, un poco sorprendido, ya que a Buenos Aires hay unas cuantas horas de viaje, le hace la segunda pregunta rigurosa:

— ¿De dónde viene?

Don Alberto, con esa mirada férrea que lo caracterizaba cuando estaba serio, pero desbordado de un sentimiento de alegría y orgullo responde:

— De Catamarca…
— ¿Cómo…? – abriendo, el agente, grandemente los ojos y acercando un poco más el oído, pues cree que ha escuchado mal- ¿De dónde me dice…?
— De Catamarca, agente… -ya sin querer dejar de esbozar una sonrisa

El agente queda con la boca abierta y da unos pasos atrás para observar con asombro, como si fuera una postal, tal máquina en que viajan: sólo se escucha el sonido acompasado del motor, donde se puede apreciar la explosión de cada uno de los pistones, y del asiento trasero observa los ojos curiosos del “Chango” y de Inés que lo miran con atención, como si estuvieran analizando su reacción quien parece estar ante una “revelación”, además es el primero de todos los agentes de los puestos camineros en enterarse


Una vez en viaje fue cuestión de pocas horas para llegar a Buenos Aires a tiempo para el casamiento de uno de los Dottermann, familia amiga de unos alemanes que vivieron unos años en Pirquitas y luego se mudaron a Villa Ballester. Enorme revuelo se produce ante la llegada inesperada de don Alberto y familia en su Ford A ´30 con 19 horas de viaje


Al día siguiente con toda tranquilidad se pasean por la 9 de Julio, conocen el famoso obelisco, la casa Rosada, plaza de Mayo, etc. para emprender el camino de regreso


Don Alberto conocía muy bien los Ford A y no fue una locura o algo impulsivo lo que hizo de hacer tamaño viaje con acelerador a fondo; sabía que el auto respondería perfectamente

El club de Autos de Época Catamarca pienso que descansa sobre ese precepto, sobre esa filosofía: demostrar y hacer palpable el funcionamiento de los distintos autos que hay en la historia: demostrar cómo los autos de las distintas épocas funcionan con las más variadas mecánicas, con los más variados recursos de ingenieria; demostrar que, por ejemplo, una carburación ascendente, un sistema eléctrico de 6 voltios, un motor sin bomba de aceite, etc., etc., funcionan bien y que incluso son más simples que los sistemas actuales; demostrar que por más auto nuevo que haya hoy en día, debajo del capó todos son iguales: todos tienen el vetusto (y ya debiera ser incluso obsoleto) motor a explosión


El día que el ser humano deje de quemar combustibles e intoxicar el medio ambiente para su movilidad, para utilizar sus medios de transporte, y utilice un sistema de propulsión limpio que no genere contaminación ni dañe la naturaleza, ese día será memorable, de cambio total en el pensamiento, un día en que el ser humano, podría decirse, comienza a madurar y a ver las cosas de otra manera


Saludo y felicito al club Autos de Época Catamarca por estos diez años de existencia, por estos diez años de vivencia incomparables




Eduardo Javier Argañaraz
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