Aquí transcribimos íntegramente un capítulo de Los Miserables, de Victor Hugo; las notas en paréntesis son para ilustrar sobre la trama de la narración que viene desarrollándose
Antes de correr el telón vamos a ambientar un poco al lector
Nos encontramos en una barricada de la calle Chanvreire de la revoltosa Paris un día 6 de junio de 1.832. Los revolucionarios están en su punto álgido de furor con la muerte acercándoseles paso a paso. El jefe de la barricada es un joven estudiante universitario llamado Enjolras...
Enjolras, con sus 25 años, abre los ojos ante el futuro...

LOS MISERABLES - VICTOR HUGO
Quinta parte
JEAN VALJEAN. LIBRO PRIMERO
LA GUERRA DENTRO DE CUATRO PAREDES
CAPÍTULO V. : DONDE SE DIRÁ EL HORIZONTE QUE SE
DESCUBRE DE LO ALTO DE LA BARRICADA
La situación de todos en aquella hora fatal y en aquel sitio inexorable, tenía por resultante y por vértice la suprema melancolía de Enjolras
Enjolras reunía en su persona la plenitud de la revolución, y sin embargo, era tan incompleto como lo absoluto puede serlo. Tenía demasiado de Saint-Just, y no lo bastante de Anacharsis Clootz. Sin embargo, en la sociedad de los amigos del A B C
(sociedad secreta a la que pertenecía Enjolras y la mayoría de los que se encontraban en la barricada), su espíritu había acabado por experimentar la influencia de las ideas de Combeferre
(miembro de los amigos del A B C también presente en el lugar). Hacía algún tiempo que, saliendo poco a poco de la forma estrecha del dogma, cedía al empuje del progreso, llegando a aceptar, como evolución definitiva y magnífica, la transformación de la gran república francesa en inmensa república humana. En cuanto a los medios inmediatos, dada una situación violenta, queríalos también violentos; en esa parte no había variado y permanecía fiel a la escuela épica y formidable, que se resume en el
número: 93
Enjolras estaba de pie en la escalera de adoquines, con un codo apoyado en el cañón de su carabina. Meditaba, y de vez en cuando se estremecía, como si sintiese pasar un hálito misterioso... En los parajes que visita la muerte suele notarse estos efectos de los antiguos trípodes. De sus pupilas, que reflejaban la mirada interior, salían como especie de llamas
comprimidas. De repente levantó la cabeza; sus cabellos rubios cayeron hacia atrás como los del ángel sobre el carro sombrío de estrellas, y semejantes a la melena de león, erizada en forma de aureola resplandeciente. Enjolras habló así:
- Ciudadanos: ¿os representais el porvenir? Las calles de las ciudades inundadas de luz, ramas verdes en los umbrales, las naciones hermanas, los hombres justos, los ancianos bendiciendo a los niños, lo pasado amando a lo presente, los pensadores en completa libertad, los creyentes iguales entre sí; por religión el cielo, por sacerdote a Dios; la conciencia humana convertida en altar, extinguiendo el odio; la fraternidad del taller y de la escuela; por penalidad y por recompensa, la notoriedad; el trabajo, el derecho, la paz para todos; no mas sangre vertida no mas sangre vertida, no más guerras, ¡las madres dichosas! El primer paso es sojuzgar la materia; el segundo, realizar el ideal. Reflexionad en lo que ha hecho ya el progreso. En otro tiempo las pimeras razas humanas veían con terror pasar ante sus ojos la hidra que soplaba sobre las aguas, el dragón que vomitaba fuego, el grifo, monstruo del aire, que vo-laba con las alas de un águila y las garras de un tigre; espantosas fieras colocadas por cima del hombre. Sin embargo, el hombre ha tendido sus redes, las redes sagradas de la inteligencia, y ha acabado por coger en ellas a los monstruos. Hemos domado la hidra, y le hemos dado el nombre de vapor; hemos domado el dragón, llamándole locomotora; estamos a punto de domar el grifo, pues ya ha caído en nuestras manos, y hemos cambiado su nombre en el de globo. El día en que esta obre de Prometeo se concluya, unciendo el hombre definitivamente al carro de su voluntad la triple quimera antigua, la hidra, el dragón, el grifo, ese día será dueño del agua, del fuego y del aire, y vendrá a ser para el resto de la creación animada lo que para él eran en otro tiempo los dioses mitológicos. ¡Valor, y adelante! ¿Adónde vamos, ciudadanos? A la ciencia convertida en gobierno; a la fuerza de las cosas de las cosas erigida en única fuerza pública; a la ley natural con su sanción y su penalidad en sí misma, y promulgada por la evidencia; a una alborada que corresponda al nacer del día. Caminamos a la unión de los pueblos; caminamos a la unidad del hombre. No más ficciones; no más parásitos. Lo real gobernado por lo verdadero; tal es el fin. La civilización celebrará sus juntas en medio de Europa, y luego en el centro de los continentes, en un Parlamento de la inteligencia. Hase visto ya algo parecido a esto. Los anfictiones
(diputados de la confederación formadas por las antiguas ciudades griegas para asuntos de interés general ) tenían diez juntas al año, un en Delfos, mansión de los dioses; otra en la Termópilas, mansión de los héroes. Europa tendrá sus anfictiones, y el globo los tendrá también a su vez. Francia dentro de sí ese porvenir sublime. Es la gestación del siglo XIX. Lo que bosquejó Grecia merece ser terminado por Francia.
Continúa....